The Neue Zürcher Zeitung comments:
Auf dem Petersplatz in Rom hat am Sonntagvormittag nicht nur die bisher grösste, sondern, wie selbst Radio Vatikan feststellte, auch eine der umstrittensten Seligsprechungen stattgefunden. Es wurden 498 Märtyrer gewürdigt, die in den Jahren 1934 bis 1937, das heisst kurz vor und während des Spanischen Bürgerkriegs, von republikanischen Milizen aus «Hass auf den (katholischen) Glauben» ermordet worden waren. An der von Kardinal José Saraiva Martins in Vertretung des Papstes auf Spanisch zelebrierten Seligsprechung beteiligten sich Zehntausende von Pilgern aus Spanien sowie alle Bischöfe dieses Landes.
Die Regierung Zapatero war der Seligsprechung zumindest mit kritischem Misstrauen begegnet, da die Kirche einst den Militärputsch Francos gerechtfertigt hatte und in Spanien nun endlich auch ein Gesetz zur Rehabilitierung von Opfern der damaligen Militärherrschaft verabschiedet werden soll. Allerdings schickte Zapatero dann doch seinen Aussenminister zur Seligsprechung. Kardinal Martins, der Präfekt der Kongregation für Selig- und Heiligsprechungen, hatte auch immer wieder geltend gemacht, dass die Erhebung der 498 Märtyrer «gegen niemanden gerichtet» sei, schon gar nicht gegen die gegenwärtige sozialistische Regierung. Die Seligsprechung sei schon vor Jahrzehnten in Gang gesetzt worden. Seit 1987 hat der Vatikan in elf Zeremonien auch bereits andere 479 katholische Bürgerkriegsopfer selig gesprochen.
At the opening of the Spanish Bishops' Conference plenary meeting on 19th November, the President, Bishop Ricardo Blázquez Pérez of Bilbao, made the following statement:
El día 28 de octubre fue un día luminoso por fuera y por dentro; un sol radiante brillaba en la plaza de San Pedro en Roma y un gozo grande llenaba el corazón de los participantes. Fueron beatificados 498 mártires del siglo XX en España; 2 Obispos (Ciudad Real y Cuenca), 24 sacerdotes diocesanos; 462 religiosos y religiosas, 1 diácono, 1 subdiácono, 1 seminarista y 7 laicos. Prácticamente todas las diócesis estaban concernidas de cerca, o porque en ellas nacieron, o porque en sus ámbitos desarrollaron su misión, o porque en ellas dieron el supremo testimonio a nuestro Señor Jesucristo. En consonancia con esta amplitud de lugares de origen, de ejercicio de su vocación y de su amanecer a la vida eterna (el martirio era celebrado en la Iglesia antigua como “dies natalis”), tomaron parte en la celebración casi todos los Obispos de la Conferencia Episcopal Española, mostrando así que la Iglesia local es la “patria de todas las vocaciones”.
... Los historiadores españoles y extranjeros han estudiado mucho y previsiblemente continuarán estudiando lo que aconteció en España en el decenio de los treinta; la bibliografía es abundantísima. Fue un periodo agitado y doloroso de nuestra historia; la convivencia social se rompió hasta tal punto que en guerra fratricida lucharon unos contra otros. Con sus conclusiones los investigadores nos ayudan a comprender hechos y datos, causas y consecuencias; sus interpretaciones, debidamente contratadas, nos acercan con la mayor objetividad posible a la realidad muy compleja. Deseamos que se haga plena luz sobre nuestro pasado: Qué ocurrió, cómo ocurrió, por qué ocurrió, qué consecuencias trajo. Esta aproximación abierta, objetiva y científica evita la pretensión de imponer a la sociedad entera una determinada perspectiva en la comprensión de la historia. La memoria colectiva no se puede fijar selectivamente; es posible que sobre los mismos acontecimientos existan apreciaciones diferentes, que se irán acercando si existe el deseo auténtico de comprender la realidad.
... Pero no es acertado volver al pasado para reabrir heridas, atizar rencores y alimentar desavenencias. Miramos al pasado con el deseo de purificar la memoria, de corregir posibles fallos, de buscar la paz. Recordamos sin ira las etapas anteriores de nuestra historia, sin ánimo de revancha, sino con la disponibilidad de afirmar lo propio y de fomentar al mismo tiempo el respeto a lo diferente, ya que nadie tiene derecho a sofocar los legítimos sentimientos de otro ni a imponerle los propios. La búsqueda de la convivencia en la verdad, la justicia y la libertad debe guiar el ejercicio de la memoria.
... Al recordar la historia nos encontraremos seguramente con hechos que marcaron el tiempo y con personas relevantes. En muchas ocasiones tendremos motivos para dar gracias a Dios por lo que se hizo y por las personas que actuaron; y probablemente en otros momentos ante actuaciones concretas, sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos, ya que la “purificación de la memoria”, a que nos invitó Juan Pablo II, implica tanto el reconocimiento de las limitaciones y de los pecados como el cambio de actitud y el propósito de la enmienda. No es casual coincidencia que entre las celebraciones del Año Jubilar adquirieran un sentido peculiar tanto la conmemoración de los testigos de la fe del siglo XX, en el marco incomparable del Coliseo de Roma, como la impresionante celebración del perdón el primer domingo de Cuaresma en la basílica de San Pedro, en que el Papa, abrazado a la cruz del Señor, pidió perdón por los pecados de los hijos de la Iglesia.
... La Conferencia Episcopal Española, sintonizando con el espíritu de Juan Pablo II, hizo público poco antes de cruzar el umbral del año 2000 un documento titulado La fidelidad de Dios dura siempre. ... Acción de gracias por los dones recibidos, reconocimiento de nuestros pecados y petición de perdón, y confianza en las promesas de Dios. De aquel documento son las siguientes palabras que pertenecen a la segunda parte: “También España se vio arrastrada a la guerra civil más destructiva de su historia. No queremos señalar culpas de nadie en esta trágica ruptura de la convivencia entre los españoles. Deseamos más bien pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en uno u otro lado de los frentes trazados por la guerra. La sangre de tantos conciudadanos nuestros derramada como consecuencia de odios y venganzas, siempre injustificables, y en el caso de muchos hermanos y hermanas como ofrenda martirial de la fe, sigue clamando al Cielo para pedir la reconciliación y la paz. Que esta petición de perdón nos obtenga del Dios de la paz la luz y la fuerza necesarias para saber rechazar siempre la violencia y la muerte como medio de resolución de las diferencias políticas y sociales” (n. 14). Debemos estudiar la historia para conocerla siempre mejor; y una vez leídas sus páginas, aprendamos sus principales lecciones: La convivencia de todos en las diversidades legítimas, la afirmación de la propia identidad de manera no agresiva sino respetuosa de otras, la colaboración entre todos los ciudadanos para construir la casa común sobre los cimientos de la justicia, de la libertad y de la paz. Recordamos la historia no para enfrentarnos sino para recibir de ella o la corrección por lo que hicimos mal o el ánimo para proseguir en la senda acertada. ...
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